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JUAN PABLO II
AUDIENCIA GENERAL
Miércoles 16 de octubre de 1985

El Padre

1. "Tú eres mi hijo: / yo te he engendrado hoy" (Sal 2, 7). En el intento de hacer comprender la plena verdad de la paternidad de Dios, que ha sido revelada en Jesucristo, el autor de la Carta a los Hebreos se remite al testimonio del Antiguo Testamento (Cf. Heb 1, 4-14), citando, entre otras cosas, la expresión que acabamos de leer tomada del Salmo 2, así como una frase parecida del libro de Samuel:

"Yo seré para él un padre / y él será para mí un hijo" (2 Sam 7, 14):

Son palabras proféticas: Dios habla a David de su descendiente. Pero, mientras en el contexto del Antiguo Testamento estas palabras parecían referirse sólo a la filiación adoptiva, por analogía con la paternidad y filiación humana, en el Nuevo Testamento se descubre su significado auténtico y definitivo: hablan del Hijo que es de la misma naturaleza que el Padre, del Hijo verdaderamente engendrado por el Padre. Y por eso hablan también de la paternidad real de Dios, de una paternidad a la que le es propia la generación del Hijo consustancial al Padre. Hablan de Dios, que es Padre en el sentido más profundo y más auténtico de la palabra. Hablan de Dios, que engendra eternamente al Verbo eterno, al Hijo consustancial al Padre. Con relación a El Dios es Padre en el inefable misterio de su divinidad.

"Tú eres mi hijo: / yo te he engendrado hoy".

El adverbio "hoy" habla de la eternidad. Es el "hoy" de la vida íntima de Dios, el "hoy" de la eternidad, el "hoy" de la Santísima e inefable Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo, que es Amor eterno y eternamente consustancial al Padre y al Hijo.

2. En el Antiguo Testamento el misterio de la paternidad divina intratrinitaria no había sido aún explícitamente revelado. Todo el contexto de la Antigua Alianza era rico, en cambio, de alusiones a la verdad de la paternidad de Dios, tomada en sentido moral y analógico. Así, Dios se revela como Padre de su Pueblo, Israel, cuando manda a Moisés que pida su liberación de Egipto: "Así habla el Señor: Israel es mi hijo, mi primogénito. Yo te mando que dejes a mi hijo ir..." (Ex 4, 22-23).

Al basarse en la Alianza, se trata de una paternidad de elección, que radica en el misterio de la creación. Dice Isaías: "Tú eres nuestro padre, nosotros somos la arcilla, y tú nuestro alfarero, todos somos obra de tus manos" (Is 64, 7; 63, 16).

Esta paternidad no se refiere sólo al pueblo elegido, sino que llega a cada uno de los hombres y supera el vínculo existente con los padres terrenos. He aquí algunos textos: "Si mi padre y mi madre me abandonan, el Señor me acogerá" (Sal 26/27, 10). "Como un padre siente ternura por sus hijos, siente el Señor ternura por sus fieles" (Sal 102/103, 13). "El Señor reprende a los que ama, como un padre al hijo preferido" (Prov 3, 12). En los textos que acabamos de citar está claro el carácter analógico de la paternidad de Dios-Señor, al que se eleva la oración: "Señor, Padre Soberano de mi vida, no permitas que por ello caiga... Señor, Padre y Dios de mi vida, no me abandones a sus sugestiones" (Sir 23, 1-4). En el mismo sentido se dice también: "Si el justo es hijo de Dios, Él lo acogerá y lo librará de sus enemigos" (Sab 2, 18).

3. La paternidad de Dios, con respecto tanto a Israel como a cada uno de los hombres, se manifiesta en el amor misericordioso. Leemos, por ejemplo, en Jeremías: "Salieron entre llantos, y los guiaré con consolaciones... pues yo soy el padre de Israel, y Efraín es mi primogénito" (Jer 31, 9).

Son numerosos los pasajes del Antiguo Testamento que presentan el amor misericordioso del Dios de la Alianza. He aquí algunos: "Tienes piedad de todos, porque todo lo puedes, y disimulas los pecados de los hombres para traerlos a penitencia... Pero a todos perdonas, porque son tuyos, Señor, amador de las almas" (Sab 11, 24-27). "Con amor eterno te amé , por eso te he mantenido favor" (Jer 31, 3). En Isaías encontramos testimonios conmovedores de cuidado y de cariño:

"Sión decía: el Señor me ha abandonado, y mi Señor se ha olvidado de mí. ¿Puede acaso una mujer olvidarse de su niño, no compadecerse del hijo de sus entrañas...? Aunque ella se olvidare, yo no te olvidaría" (Is 49, 14-15. Cf. también 54, 10). Es significativo que en los pasajes del Profeta Isaías la paternidad de Dios se enriquece con connotaciones que se inspiran en la maternidad (Cf. Dives in misericordia, nota 52).

4. En la plenitud de los tiempos mesiánicos Jesús anuncia muchas veces la paternidad de Dios con relación a los hombres remitiéndose a las numerosas expresiones contenidas en el Antiguo Testamento. Así se expresa a propósito de la Providencia Divina para con las criaturas, especialmente con el hombre: "...vuestro Padre celestial las alimenta..." (Mt 6, 26; Cf. Lc 12, 24), "sabe vuestro Padre celestial que de todo eso tenéis necesidad" (Mt 6, 32; Cf. Lc 12, 30). Jesús trata de hacer comprender la misericordia divina presentando como propio de Dios el comportamiento acogedor del padre del hijo pródigo (Cf. Lc 15, 11-32); y exhorta a los que escuchan su palabra: "Sed misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso" (Lc 6, 36).

Terminaré diciendo que, para Jesús, Dios no es solamente "el Padre de Israel, el Padre de los hombres", sino "mi Padre".

De esto hablaremos en la próxima catequesis.